Leyendo sobre algunas reflexiones y ensayos sofisticados sobre la tragedia, encontramos la lucha entre Dioniso y Apolo.
El poderoso es malo, es poderoso porque es malo o es malo porque es poderoso.
En Dignos de ser humanos decía el autor que en general tendemos a ser bondadosos y que una minoría no serían buenas personas en el fondo, y me temo que las malas personas son poderosas.
El poderoso además se rodea de un séquito vanidoso que, por dinero, poder y autoestima ¿miedo quizás?, intentará salvaguardar esos deseos de su «amo». Cómplices.
El poderoso a su vez tiene miedo también, miedo al caos, pero, como es malo y ambicioso, lo provoca, de manera que hasta el ser más inofensivo tendrá algo de rencor y sentimientos asimilados y la emoción vencerá a la razón. El caos está servido y no hay remedio.
Piketty aboga por «cogerles» una parte irrelevante, pero para los adalides del libre mercado intocable, patrimonio del potentado, y, por ende, éste último se defenderá de dicho «expolio». El conflicto está servido. Piketty recoge el tributo y lo reparte entre los que no tienen nada, pero el que tiene mucho piensa que todo lo que tiene es suyo y merecido.
Y, ¿acaso no buscamos permanentemente el conflicto, presos del aburrimiento y la decadencia?
Abundan los ( y las ) narcisistas. Esas personas ¿quieren?¿aman?¿necesitan? a su víctima, y nos dicen que huyamos de esta gente, de estas compañías como de la peste.
La buena chica lo pasa mal y llora, es muy sufrida, pero es explotada.
Parece que no hay remedio. La pulsión de muerte.
No obstante, no nos queda otra alternativa que seguir adelante, «paciencia y trabajo» decía Escohotado.