La culpa de los efectos de la DANA

Este tipo de eventos en el litoral Mediterráneo español es habitual en su frecuencia, pero no en su fase destructiva más extrema.

En la vida de una persona que viva en esta zona geográfica posiblemente en una ocasión habrá una ocasión así, con lo que las personas lo damos por accidental, ocasional y puntual.

Por ello, aunque hay infraestructuras construidas, éstas contienen las lluvias torrenciales habituales de otoño en el Mediterráneo, pero las extraordinarias que ocurren como digo ocasional y puntualmente.

Lógicamente con el cambio climático antropogénico que los científicos del clima estudian y conocido también el constante incremento de temperatura del mar Mediterráneo, más otros fenómenos que vienen del Atlántico, el riesgo se incrementa.

Con lo que, sabido esto, y sabido que la economía española puede hacer frente a infraestructuras más ambiciosas para contener estos fenómenos, es evidente que la inversión realizada en ferrocarriles de alta velocidad en las últimas décadas se debería haber destinado a obras para contener los fenómenos de gota fría.

No puedo dejar de mencionar que, cuando hay alertas meteorológicas, especialmente las de lluvias, la población en general no hace casi nada más allá de coger el paraguas. En las de calor, y sobre todo las de frío o nieve, observo algo más de atención.

La culpa por tanto es de la sociedad en su conjunto.

Lloro

Ayer me pasé la tarde llorando. De forma profusa. Imparable. Sin tregua. Hacía unos veinte años que no lloraba de esa manera.

Entré en un callejón, en una vorágine, como una manta de desesperación, que me sumergió más y más y más. Llegó un momento que se me puso un nudo en la garganta. Eso sí me ha pasado en algunas ocasiones, como cuando murió atropellada mi joven sobrina.

En esta ocasión, la tercera en mi vida que recuerdo, en esta pasada tarde, sobrepasé ese umbral que frena las lágrimas, o por lo menos las lágrimas del estilo catarata. Efectivamente de nuevo el agua cobra relevancia y gana la partida. Agua mezclada con hormonas y humores internos. Y sale a borbotones, de forma explosiva.

¿Qué ocurrió?

En principio nada importante, pero para mí debió serlo y mucho. No sé que me ocurrió, que es lo que desencadenó esa avalancha de emociones.

Van saliendo y veo, no mucho, pero sí lo suficiente, lo ocurrido por las inundaciones de Valencia.

Al mismo tiempo tengo a mi cuidado el hámster de mi hija. Lo llevé al veterinario el lunes, han pasado tres días.

Me dijo la veterinaria que le pusiera un ungüento y le diera unas vitaminas y que volviera el jueves. El bicho no para de rascarse y tiene una zona del cuerpo sin piel. Dice la veterinaria que puede ser tiña o sarna, que vaya con cuidado. Yo no sé nada de todo eso. Ni siquiera sé si tengo que cuidarlo de esa manera y gastar dinero en veterinarios por ese asunto.

Pienso que se han perdido decenas de vidas en valencia, y que habrán sucumbido millones de animales. Perros, gatos, ratones, cerdos, vacas, gallinas.

Y yo con el ungüento del hámster de mi hija.

Y no sé qué hacer.

Y me entra una llorera impresionante. La situación me satura.

No obstante los animales cercanos son algo de nosotros. Hay mucha conexión entre animales y personas.

Los que dicen que hay quién llevamos por delante una vida de un animal a una vida humana son personas a los que les importa bien poco ninguna vida. Ni la humana ni la animal.

Solo les importa la suya propia.

Era una situación ridícula. Pero al mismo tiempo misteriosa y cargada de emoción.

Eso sí, al final notas una sensación de desahogo inapelable.

Capítulo 2

A nadie le piden permiso para nacer.

Nadie quiere aburrirse.

Mis recuerdos, aunque no sean conscientes, son de los primeros meses y años de vida. De pequeño, ya de recién nacido, me enviaban a ochocientos kilómetros, junto con mi abuela, mi tío y mi hermano a un pueblo de la Sierra de Gredos. De manera que eso, junto con los viajes en tren, se ha quedado grabado en la parte más profunda de mi cabeza, y, olores, sonidos, fuentes, río, casas, sabores, árboles, helechos, la cigüeña y el sonido de campanas de la iglesia están ahí, grabados en piedra. Fui ya de recién nacido y todos los veranos (largos veranos).

De los cinco a los doce años tengo un lapsus mental, no existe ese periodo, seguramente no lo pasé bien y está escondido, no quiero recordarlo. Entre los doce y los dieciocho es la época de los amigos y los descubrimientos, ahí viene otro periodo importante.

Vivir no solo es vivir, eso está incompleto. Vivir es vivir, más contarlo, dice Landero. Escribo esto pues a alguien he de contar todo esto. La soledad me mata. Estoy muerto y solo pensar en la posibilidad de que alguien lea este montón de párrafos, no solo me consuela, me revive.

Existen las maldiciones familiares. Maldiciones que se trasladan de padres a hijos y de una generación a otra.

Me diagnosticaron con TDAH (también TEA) ya de muy mayor, de adulto, muy adulto, pues eso no se diagnosticaba.

Me aburro y funciono por impulsos y así he pasado la vida, de trabajo en trabajo.

Capítulo 1

Ministerio de Justicia

Registro Civil de Madrid

Número 2003987/94

223

En Madrid, a las catorce horas del día veinticinco de octubre de mil novecientos quince: reunidos en la casa número ochenta de la calle del Mesón de Paredes el señor don Antonio Domínguez Fernández Juez Municipal y encargado del Registro Civil del distrito de la Inclusa y Don Francisco Álvarez de Laiz y Álvarez de Toledo Secretario, compareció doña Remedios Fernández Jiménez, natural de Cuevas del Valle, Ávila, de diecisiete años de edad, peinadora, xxxxx ocho primero, presentado declaración en este Registro Civil y al efecto como madre de la misma declara: Que dicha niña nació a las cuatro horas del día de ayer en la casa que nos encontramos: Que se le pone por nombre Fernanda, que es hija natural de la declarante: Que es hija por línea materna de don Plácido y doña Filomena, naturales de Cuevas del Valle, Ávila. Son testigos don Tomás Fernández Richaro y don Ceferino Calleja Sánchez Mediodía Chica nueve y Jaunmelo diecisiete. Leída y sellada este acta la firma el señor Juez, los testigos y ánego de la declarante por imposibilidad firma don Ramón de Oso y Pozo de esta partida que certifico

Esta es la partida de nacimiento de mi abuela materna.

Dicha partida no se entiende muy bien, por lo que, aunque examinada con detalle, hay algún aspecto que no he llegado a descifrar claramente. En ese tiempo se escribía muy bonito pero al mismo tiempo confuso, todo seguido, no sé si esto es la letra caligráfica pautada, pero se confunden m, n, i, u, s, t y r. Todas hacen un pico, y a veces hay una hilera de picos de difícil comprensión.

Podemos deducir de dicha partida que, más que aclarar asuntos sobre el nacimiento de mi abuela, lo que se acumulan son interrogantes.

No voy a hablar de la fecha, pues en el DNI de mi abuela sale una fecha un poco diferente, pero ahora mismo es irrelevante, puede ser debido a varias razones, una de ellas que no entienda bien la letra.

Se encuentran en Madrid en una vivienda de la calle Mesón de Paredes, una calle del casco antiguo.

Tenemos a un juez Municipal que al mismo tiempo es el encargado del Registro Civil del distrito de la Inclusa de dicha ciudad.

La Inclusa es donde iban a parir las mujeres solteras, de padre desconocido. Las prostituta diría según quien. Aunque en este documento no sé si podemos inferir eso o es un mero domicilio casual.

A continuación aparece un Secretario y sigue Remedios, que es mi bisabuela, la madre de mi abuela materna.

Remedios es natural de Cuevas del Valle, en Ávila.

Cuevas es un precioso pueblo que se encuentra en un valle de un afluente del río Tiétar, a su vez afluente del Río Tajo. Dicho valle está a los pies de la Sierra de Gredos, la ladera Sur en concreto, la más frondosa y húmeda, con mucha precipitación en invierno que provoca que haya mucha vegetación y gran cantidad de agua, en forma de ríos y fuentes.

Peinadora de profesión, esa expresión creo entender que es lo que pone en la partida, pero no estoy seguro.

De diecisiete años de edad. Ojo. Un momento. ¿Solo diecisiete años? ¿qué hace una chica de su edad pariendo en Madrid? Madrid, si miramos el mapa, está a algo más de ciento cincuenta kilómetros de su lugar de nacimiento.

Al parecer, según indica ese documento, Remedios dio a luz el día anterior a una niña a la que pone de nombre Fernanda, a la sazón mi abuela materna.

A continuación se lee “Que es hija por línea materna de don Plácido y doña Filomena, naturales de Cuevas del Valle, Ávila. Son testigos don Tomás Fernández Richaro y don Ceferino Calleja Sánchez Mediodía Chica nueve y Jaunmelo diecisiete. Leída y sellada este acta la firma el señor Juez, los testigos y ánego de la declarante por imposibilidad firma don Ramón de Oso y Pozo de esta partida que certifico”. En definitiva testigos y fedatarios públicos. No hay nadie más. No está el padre de la criatura, ni los padres de mi bisabuela.

¿Qué ha pasado?

Vivir es vivir, y además contarlo.

Y comienza la maldición familiar. Remedios es una joven que está sola, lejos de su lugar natural donde viven familia, amigos y recuerdos. Pero está sola. Yo la conocí en la medida que tengo uso de razón, con tres o cuatro años, pero siempre la he visto sola. Mi abuela no tiene hermanos además. Y mi abuelo solía irse de casa, desaparecía semanas y se iba al monte, a la desembocadura del Ebro, a cazar pájaros, para el canto, jilgueros normalmente. Mi abuelo materno era de Castellón y vivió su vida a caballo entre Castellón y Barcelona. Era herrero, pero trabajaba y dejaba de trabajar. Bebía y fumaba mucho, y comiendo era muy caprichoso.

Mi madre también se fue de casa muy joven, menor de edad. Y también tuvo un hijo de padre desconocido, y el otro, que soy yo, fruto de una aventura con un hombre que ya estaba casado con tres hijos.

Y yo estoy aquí solo, delante de la pantalla y el teclado.

¿Estamos todos solos, o solo mi familia por la línea materna?

Mi línea, mis ancestros, por la línea materna caen sobre mí como una enorme catarata, desprendiendo guijarros que ya trae el río y a los que se suman los que se encuentra esa cascada en su caída.

¿Qué convierte un culebrón en algo interesante? No lo sé ahora mismo.

Volvamos atrás, vayamos de nuevo a principios del siglo XX.

¿Qué hacía esa chica pariendo en Madrid a los diecisiete años?

Mi bisabuela pasó los últimos años de su vida en su pueblo natal. Estuve ahí hace unos años, mi bisabuela había fallecido tiempo atrás, y con lo que pude indagar no averigüé nada. Es decir, personas que habían convivido con ella esos años no sabían, o no querían decirme, quién era el padre de mi abuela Fernanda. En principio, hasta donde yo sé, se llevó el secreto a la tumba.

Los sentimientos hacia los animales

De siempre a muchas personas nos conmueven las imágenes, en el cine o en la televisión, de algún animal que sufre o fallece.

Al mismo tiempo hay muchas personas que critican estos sentimientos, por «preocuparse más de los animales que de las personas».

Desde mi punto de vista lo importante en las personas son los sentimientos, el mundo de las emociones. Por tanto, si nos conmueve el sufrimiento animal eso no debería ser motivo de reproche, pues es un sentimiento que la naturaleza nos ha dado sin ninguna duda con alguna utilidad evolutiva.

¿Nos hace peores o mejores personas este sentimiento?

Si a alguien le preocupan esos asuntos y le preocupan menos otros relacionados con el hambre en el mundo y eso se critica, es como si criticamos que haya afición a los deportes o al fútbol, y hayan recursos del deporte que podrían destinarse al hambre y el sufrimiento humano.

Me llama la atención que, de los trescientos millones de años que llevamos los mamíferos y ancestros cercanos, más la evolución de otros animales como los dinosaurios, y, de los ocho millones de especies animales, seamos la única especie con consciencia de sí misma.

también si, esas actitudes «mojigatas» con los animales fueran cosa de diez personas, pues quizás deberíamos incluirlo dentro de la categoría de problemas mentales, pero, si en mayor o menor medida, a la mitad nos importa, pues eso se debe respetar.

Al margen del beneficio que pueda tener la existencia de determinada especie o de la biodiversidad.

Es irrelevante saber lo que piensa o siente un animal. Cada individuo de cualquier especie animal tiene sus sentimientos, a «su» manera. Las personas entre sí también tenemos consciencias diferentes, como por ejemplo el sentimiento de pertenencia al grupo o de trascendencia espiritual.

¿Qué razones pueden haber para criticar dichos sentimientos? Cualquier crítica cae enseguida por su propio peso. Decir que somos personas «blanditas» aquellas, crecidas en un medio urbanita, y no acostumbradas a la sangre (en este caso animal), es decir bien poco. Apelar a que antiguamente no existía esta mojigatería urbanita es como apelar a que antes se tenían menos prejuicios a la hora de quemar a alguien en la plaza pública o del trato que había en los matrimonios hacia las mujeres.

Si el argumento es que somos seres racionales con consciencia de sí mismos es meterse en un terreno resbaladizo, pues entonces, con ese argumento ¿qué sensibilidad o compasión hemos de tener por la integridad de un bebé?

Ya digo que me parece peligroso meterse en esas aguas pantanosas para criticar algo del mundo de los afectos. Las personas somos sobre todo sentimientos. Y sentimientos respetables.

Hoy, día de los muertos, veo numerosas personas con ramos de flores que llevan a sus personas queridas y cercanas desaparecidas. Inexistentes en definitiva.

Sinceramente, no tengo ni idea de lo que siente un perro, un hámster o una ballena. De lo que sí tengo idea es de mis sentimientos.