De siempre a muchas personas nos conmueven las imágenes, en el cine o en la televisión, de algún animal que sufre o fallece.
Al mismo tiempo hay muchas personas que critican estos sentimientos, por «preocuparse más de los animales que de las personas».
Desde mi punto de vista lo importante en las personas son los sentimientos, el mundo de las emociones. Por tanto, si nos conmueve el sufrimiento animal eso no debería ser motivo de reproche, pues es un sentimiento que la naturaleza nos ha dado sin ninguna duda con alguna utilidad evolutiva.
¿Nos hace peores o mejores personas este sentimiento?
Si a alguien le preocupan esos asuntos y le preocupan menos otros relacionados con el hambre en el mundo y eso se critica, es como si criticamos que haya afición a los deportes o al fútbol, y hayan recursos del deporte que podrían destinarse al hambre y el sufrimiento humano.
Me llama la atención que, de los trescientos millones de años que llevamos los mamíferos y ancestros cercanos, más la evolución de otros animales como los dinosaurios, y, de los ocho millones de especies animales, seamos la única especie con consciencia de sí misma.
también si, esas actitudes «mojigatas» con los animales fueran cosa de diez personas, pues quizás deberíamos incluirlo dentro de la categoría de problemas mentales, pero, si en mayor o menor medida, a la mitad nos importa, pues eso se debe respetar.
Al margen del beneficio que pueda tener la existencia de determinada especie o de la biodiversidad.
Es irrelevante saber lo que piensa o siente un animal. Cada individuo de cualquier especie animal tiene sus sentimientos, a «su» manera. Las personas entre sí también tenemos consciencias diferentes, como por ejemplo el sentimiento de pertenencia al grupo o de trascendencia espiritual.
¿Qué razones pueden haber para criticar dichos sentimientos? Cualquier crítica cae enseguida por su propio peso. Decir que somos personas «blanditas» aquellas, crecidas en un medio urbanita, y no acostumbradas a la sangre (en este caso animal), es decir bien poco. Apelar a que antiguamente no existía esta mojigatería urbanita es como apelar a que antes se tenían menos prejuicios a la hora de quemar a alguien en la plaza pública o del trato que había en los matrimonios hacia las mujeres.
Si el argumento es que somos seres racionales con consciencia de sí mismos es meterse en un terreno resbaladizo, pues entonces, con ese argumento ¿qué sensibilidad o compasión hemos de tener por la integridad de un bebé?
Ya digo que me parece peligroso meterse en esas aguas pantanosas para criticar algo del mundo de los afectos. Las personas somos sobre todo sentimientos. Y sentimientos respetables.
Hoy, día de los muertos, veo numerosas personas con ramos de flores que llevan a sus personas queridas y cercanas desaparecidas. Inexistentes en definitiva.
Sinceramente, no tengo ni idea de lo que siente un perro, un hámster o una ballena. De lo que sí tengo idea es de mis sentimientos.